Bong y Parasite (2019)
Bong se ha ubicado entre los directores asiáticos contemporáneos más reconocidos en el mundo, junto a figuras como Kim-ki Duk (Hierro 3) y Ang Lee (Tigre y Dragón). Apareció en el mapa occidental con «Memories of Murder» (2003), un thriller que sigue los asesinatos y violaciones irresueltos en una población rural de Corea del Sur, película que obtuvo un gran reconocimiento por parte de la crítica internacional, y “Mother” (2009), quizás su perla oculta, que reafirmó su destreza para moverse entre géneros y, sobre todo, para sorprender al espectador en un espacio que parecía ya gastado por las producciones de Hollywood.
Pero no fue sino con “Snowpiercer” (2013) que Bong terminó por instalarse como una fuerza capaz de competir con el mercado de occidente. Con esta película inició una trilogía (Snowpiercer-Okja-Parasite) atravesada por la crítica social. En la primera, un tren condenado a recorrer el mundo en un circuito cerrado hace de hogar para los sobrevivientes de una catástrofe que diezmó la población mundial, donde los vagones están organizados de tal manera que reflejan la cruel pirámide socioeconómica del capitalismo tardío; los pobres habitan en la cola del tren, mientras que los ricos y privilegiados se ubican en su trompa. La segunda, “Okja” (2017), es una crítica a nuestra sociedad de consumo especista y al maltrato animal. En ella, una niña lucha por liberar y llevar a casa a Okja, un super-cerdo cuyo destino es la producción en masa de su carne por parte de una poderosa compañía.
La película que nos ocupa es la producción más importante en la filmografía de Bong. Consiguió el máximo premio al que puede aspirar un cineasta, la Palma de Oro del festival de Cannes, y fue aclamada por la crítica en todo el mundo. No es para menos, la película merece todos los elogios. Pero este espacio no es para ocupar otro análisis de los logros técnicos y argumentales de “Parasite” (2019), sino para intentar, desde una humilde y sucia esquina, desmenuzar apenas la crítica social que la atraviesa.
El argumento de “Parasite” es una propuesta simple. El hijo de una familia pobre de Seúl (los Kim), que apenas sobrevive con trabajos precarios y temporales, como doblar cajas vacías para una pizzería, consigue gracias a su amigo universitario un trabajo como profesor de inglés para la hija adolescente de una familia rica y acomodada (los Park). Esto, combinado con la personalidad “naive” de la madre de la joven, quien es fácilmente impresionable, inicia el proceso que puede (o no) ser la razón del título de la película. A base de engaños, la familia Kim empieza a ocupar puestos de trabajo dentro de la elegante y moderna casa de los Park. Las relaciones que se establecen entre los integrantes de ambas familias, las dos conformadas por madre, padre, hijo e hija, componen la primera sección “cómica” de la película. Luego, un evento inesperado pondrá en jaque la estabilidad de esta extraña y divertida simbiosis de clase, y la simple idea que proponía “Parasite”, de pronto, se vuelve mucho más compleja, casi… “muy metafórica”.
Spoilers
1. De las chinches y los trapos hervidos
Durante una de las primeras escenas de la película, Kim Ki-taek, el padre de la familia Kim, deja abiertas las ventanas de su casa-sótano, comunes en los barrios pobres de Seúl, para dejar entrar el gas tóxico de las fumigaciones y librarse así de las chinches, esos bichos apestosos que muertos despiden un olor invasivo e insoportable. Son una plaga y Ki-taek los odia. “Malditas chinches”, murmura para sí mientras golpea a una con el dedo y la manda a volar. Como las ratas en “Joker” (2019), si se me permite la relación, el olor de las chinches sirve para establecer un paralelismo en la película: por un lado tenemos el hedor de esos bichos, y por otro, un olor que solo la familia Park, la familia adinerada y acomodada, puede percibir, un olor como a trapo hervido.
Los Kim tienen un olor particular. Es el mismo olor que tiene la gente que toma el metro. No son las fumigaciones, o las chinches, o el jabón que usan para lavar su ropa, o el hacinamiento y desorden en su hogar, o el borracho que mea la ventana casi todos los días; es su condición de pobres. Es un olor que no se pueden quitar. Los Park lo huelen y lo mencionan sin saber cómo explicarlo, desconociendo que proviene de la familia que ahora vive con ellos, y causándoles un rechazo inmediato. La aversión que Ki-taek siente por el olor y la presencia de las chinches es la misma que Dong-ik, el padre de la familia Park, siente por el olor a rábano o trapo hervido de la gente que toma el metro. Pero, ¿a qué huele un trapo hervido? El olor se transforma, en “Parasite”, en lo único que la familia Kim no puede ocultar, en aquello que siempre revelará su condición -social- inferior, y que terminará por quebrar la paz entre ambas familias.
2. De los planes y las cucarachas
Tener un plan es importante para la familia Kim. Gracias a sus maquinaciones, se hicieron con los trabajos dentro del lujoso hogar de los Park. Pero nada es tan simple. Parecía que el suspenso en “Parasite” iba a gravitar en torno a la relación entre la familia pobre y la familia adinerada, y el enredo que los unía. Pero, ¿cómo puede la naive Yeon-kyo o el honesto y caritativo Dong-ik antagonizar a nuestros protagonistas? No. Ellos son ricos. Ellos son amables. Alguien más tiene que hacer ese trabajo. Alguien que descubra y al mismo tiempo pueda juzgar la trasgresión de los límites socio-espaciales en el engaño. Alguien que comparta, como bromea Chung-Sook, su condición de “cucarachas”.
El giro en la trama inicia con una tormenta. Los Kim, relajados, disfrutan de la casa para ellos mientras los dueños están fuera de la ciudad. El gigantesco ventanal que decora el living, y que muestra el inmenso jardín, los separa y protege de la lluvia. Pero la tranquilidad del paisaje es solo una ilusión. Alguien llama a la puerta. Es la antigua ama de casa y viene a alimentar a su esposo, quien habita oculto en un sótano secreto que no figura en los planos de la casa. El engaño de los Kim es descubierto, no por los Park, sino por los antiguos trabajadores de la casa, y desencadena un combate feroz por ocupar un espacio que nunca les podrá pertenecer. De esta forma, la violencia, la sangre y la mugre son invisibles para la familia rica, todo sucede debajo y en silencio, en puntas de pie para no molestarlos.
El mejor plan es no tener uno en primer lugar, terminará por confesar Ki-taek. El agua había descendido como una cascada por las interminables escaleras de Seúl. La arquitectura de la ciudad, como si imitara la perfecta e injusta pirámide socioeconómica que separa a sus habitantes, está pensada para dividir también la experiencia humana. Mientras que para los de arriba la lluvia es apenas un contratiempo, luego parte de un paisaje apenas hostil porque el niño decidió armar campamento en el patio, y finalmente una bendición de aire fresco; para los de abajo es la destrucción de sus hogares y la infinita desesperanza de un Sísifo que obra bajo la ilusión de que la piedra no es más que una metáfora sin peso.
3. Del peso de la piedra
Hablando de la piedra de Sísifo y las metáforas, el compañero universitario de Ki-woo, quien le ofrece y recomienda el trabajo como profesor de inglés, también le regala una piedra que perteneció a su abuelo y que se piensa trae prosperidad en la casa donde reposa. Y aunque es solo una piedra, para la supersticiosa familia Kim es algo de lo que aferrarse. Sobre todo para Ki-woo, quien la instala en su narrativa de tal manera que es lo primero que salva cuando su casa-sótano se inunda, y quien luego terminaría por convencerse de que no puede soltarla, de que está atado a ella. Muchas interpretaciones pueden proponerse sobre el simbolismo detrás de la piedra y qué representa en el arco narrativo de la película. Yo opto por el camino más simple: es la eterna afirmación del peso insostenible que la movilidad social significa para los menos afortunados.
Muchos están de acuerdo en que Ki-woo decide llevar la piedra al sótano de los Park para acabar con la vida de aquellos que pusieron en peligro el lugar de su familia en la casa, y lo que seguiría puede interpretarse como una suerte de justicia irónica; pero, ¿qué pasa si la verdadera intención detrás de su accionar era llevarle prosperidad a los que habían sufrido por su culpa? ¿Qué pasa si la verdadera ironía yace en la imposibilidad de empatizar con otros en la descarnada lucha por las sobras, y de descubrir a los verdaderos antagonistas? Sin importar qué interpretación se deduce de los eventos, en la última imagen, la piedra flota, contra natura, sobre la corriente de un río, ya libre del peso de sus dueños.
Durante una entrevista, Bong explica que las tramas en sus películas se sostienen gracias a malentendidos entre los personajes, y solo nosotros, la audiencia, podemos apreciar el verdadero impacto de las dificultades comunicativas que los asedian. Y aunque es posible pensar que en el corazón de las malinterpretaciones en “Parasite” reside el engaño que hace de motor en la película, es solo cuando este se descubre que la familia Kim empieza a sufrir, en su afán por sostener la farsa, la imposibilidad de entender y empatizar con el otro.
El cierre perfecto
En una de las escenas finales, Ki-taek descubre por qué huele como huele, y por qué solo la familia Park puede percibirlo. El esposo de la antigua ama de casa también despide el mismo olor. Pero Ki-taek solo puede descubrirlo a través del señor Park, porque el olor es la marca que lo une al hombre del sótano, y que al mismo tiempo vuelve insalvable la distancia que separa a ambos de los Park. “Es metafórico”, repite constantemente Kim Ki-woo, siempre equivocándose. ¿Qué es metafórico? Tal vez una familia oculta en el sótano secreto de una familia acomodada, alimentándose de las sobras e idolatrando a quienes viven arriba; para quienes, irónicamente, su existencia pasa desapercibida, condenada a la invisibilidad de las cucarachas, de las ratas y de los fantasmas.
Fin de Spoilers
Parasite probablemente pase a la historia como uno de los mayores logros narrativos y cinematográficos en la historia del arte. En una época donde las películas más reconocidas por la crítica tocan y juegan con la misma temática, los ecos de desigualdad en el capitalismo tardío y la lucha de clases, que películas como “Us” (2019), “Burning” (2018), “Shoplifters” (2018) o “Joker” (2019) hayan sido estrenadas en el espacio de un año no es casualidad. El cine después de todo es el reflejo de una sociedad. Celebro el reconocimiento de este cine tan necesario. “Parasite” viene a articular y completar aquello que ya se estaba gestando; aunando, quizás, esas voces cinematográficas disgregadas en la más completa expresión del grito que traducen.
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