original por Kristopher Jansma

Saleem Sinai, el narrador de la novela de Salman Rushdie, Hijos de la medianoche, nació exactamente la medianoche del quince de agosto de 1947, en el preciso momento en que la India conseguía su independencia. Él está, nos relata, misteriosamente atado a la historia, y los giros de su vida conectados con los de sus nuevos compatriotas.
La novela, que ganó el Premio Booker y el Mejor de los Booker, se ha vuelto un clásico de la literatura del siglo veinte. Es descrita como una obra de realismo mágico, un estilo de escritura donde fenómenos supernaturales ocurren dentro de un marco realista de narración, o, como Saleem describe su relato, una mezcla de lo improbable y lo mundano.
Pero, ¿qué cuenta como improbable? ¿Qué constituye la magia? ¿Cómo distingue nuestro cerebro lector entre lo real y lo no-tan-real? ¿Y cómo se realiza esta distinción en la mente del escritor?
Algunos ejemplos de magia en Hijos de la medianoche son: una madre que puede ver los sueños de su hija, un cesto de invisibilidad en el que el protagonista se esconde durante mucho tiempo, y un hombre que puede provocar erecciones solo con murmurar. Esas son todas cosas, yo pienso, que podemos decir son más que improbables, son científicamente imposibles. Aunque de buena gana podemos suspender nuestra incredulidad por el bien de una buena historia.
Otros encantamientos en la novela de Rushdie juegan con mitos culturales, como el vidente hindú que comparte sus profecías mientras flota quince centímetros sobre la tierra. Yo juzgaría eso como imposible, aunque conozco al menos una persona que afirma haber visto a alguien levitar durante una meditación, así como conozco más de una persona que da fe de la precisión de los médiums que han visitado. ¿Real o mágico?
Por momentos la magia en Hijos de la medianoche pareciera saltar directamente de lo recóndito de la imaginación de Rushdie. Una de las presunciones centrales de la novela, por ejemplo, es que el narrador, Saleem, dispone de una suerte de poder telepático con el que puede comunicarse con los miles de niños que nacieron la misma medianoche de la independencia de la India.
Cuando leí la novela por primera vez, hace veinte años, pensé la conexión de Saleem con los otros niños como un recurso valiente y fantástico para la historia. Pero hoy, cuando leo la novela encuentro una extraña presciencia en la magia de Rushdie con algunos descubrimientos científicos recientes, y ya no me parece tan mágica.
Las artes creativas a veces encuentran verdades antes de que la ciencia formule una explicación completa para ellas. Marcel Proust intuyó las formas en que la memoria se forma y conecta en nuestros cerebros ochenta años antes de la invención de los escáneres de imagen por resonancia magnética y la aparición de la neurociencia moderna. De la misma manera, el desarrollo de la ciencia epigenética expone la posibilidad de que parte de la magia de Rushdie puede estar basada en la realidad.
Expertos en el campo de la epigenética observan cambios en organismos vivos a través de expresiones genéticas modificadas en lugar de alteraciones genéticas. Una vez se pensó que el ADN de un niño era producto del ADN de sus padres y nada más, pero hoy la ciencia ha rastreado numerosas formas en que otros factores pueden alterar la expresión genética sin alterar el mismo ADN, y el impacto que tiene sobre la descendencia.
La investigación sobre epigenética ha expandido nuestro entendimiento de las maneras en que eventos externos pueden impactar en la salud del feto de una mujer embarazada en las diferentes etapas de su desarrollo; esto es, de alguna manera, lo mismo que le sucede a Saleem en Hijos de la medianoche. La idea de que un evento externo, como la independencia de la India, pueda tener un impacto directo sobre un bebé que nace en ese momento, sobre toda una población de bebés nacidos en ese momento, ya no es para nada improbable.
En 1994, Curt Sandman, un profesor de psiquiatría en UC Irvine, se encontraba en Los Ángeles estudiando un grupo numeroso de mujeres embarazadas para determinar cómo su salud psicológica impactaba en los nacimientos. Ese mismo año, un terremoto de 6.8 grados de magnitud golpeó la ciudad matando a 57 personas e hiriendo a casi 12000 más.
Sandman examinó los efectos del terremoto sobre los embarazos de cuarenta mujeres. Y gracias a los registros detallados de la salud psicológica de esas mujeres antes del evento, fue capaz de analizar el impacto relativo en cada una de ellas.
Encontró que las mujeres que transitaban su primer trimestre durante el terremoto tuvieron una media de dos semanas de prematurez con respecto a la fecha especulada de nacimiento, lo que significaba el doble de la frecuencia de partos prematuros para mujeres en su tercer trimestre en ese periodo.
Había una conexión directa entre la probabilidad de partos prematuros y qué tan avanzados estaban los embarazos de las mujeres en el momento exacto en que ocurrió el terremoto. Esto resultó en que una notable población de niños, nacidos en proximidad geográfica, dentro de un marco temporal, haya sido afectada por una causa externa común.
Otros estudios mostraron resultados comparables para bebés nacidos luego del Huracán Katrina o del 9/11. Mientras más estresantes hayan sido las experiencias de la madre durante la crisis, más probable se volvía la posibilidad de que el bebé naciera con bajo peso corporal. Hoy esas revelaciones ayudan a cambiar las políticas de salud pública luego de grandes desastres naturales o ataques terroristas, para ayudar a las madres que experimentaron niveles elevados de estrés.
Claro, todo este estrés nunca dotó a nadie de poderes psíquicos, pero investigadores encontraron que el estrés causado por disrupciones externas podía afectar el desarrollo del cerebro en lugares claves.
Un estudio de fetos en el útero durante una tormenta de hielo en Canadá en 1998 demostró que hubo un claro impacto en las habilidades cognitivas y lingüísticas de los niños nacidos en ese periodo. El impacto se reflejó en la atención y el comportamiento, y en una media de diez a veinte puntos menos de CI. Después de diez años esos efectos todavía permanecían significativos.
La mejor explicación para este impacto surge de las mecánicas detrás del mismo estrés. Los vasos sanguíneos restringidos llevan menos oxígeno y nutrientes al feto. También se demostró que los niveles altos de cortisol, una hormona esteroide liberada cuando el cuerpo se encuentra severamente estresado, impactan en el peso del niño al nacer y en la duración de la gestación.
En el caso de Hijos de la medianoche y Saleem Sinai, el momento de la independencia de la India corresponde no a un periodo crucial de su desarrollo gestacional, sino de su nacimiento, un punto donde debería verse menos afectado por las hormonas de su madre, aunque existen estudios que sugieren que el cortisol es compartido post-partum a través de la leche materna.
Saleem consigue sus poderes telepáticos no por una estresante catástrofe, sino por la independencia de la India, un evento alegre y triunfante, el cual incluso puede haber producido endorfinas, hormonas que reducen los niveles de cortisol…
No quiero alegar que la magia en la novela de Rushdie puede ser explicada por la ciencia. Más bien, afirmaría que la idea detrás de los dones de Saleem, esto es, que eventos globales puedan estadísticamente afectar la neurología de niños nacidos en el momento en que se producen, resultaron tener una firme base científica.
¿Cómo es posible que una mente creativa pueda usar la magia para exponer cosas que son más reales de lo que aparentan?
Si Hijos de la medianoche fue publicada en 1981, al menos una década antes de que los estudios sean conducidos, entonces, ¿es todo esto solo una coincidencia? Quizás la magia de Rushdie es más probable de lo que se creía en su tiempo. O quizás tuvo algún tipo de intuición creativa sobre las maneras en que un evento mayor impacta en las generaciones que le suceden, de la misma manera en que Proust tuvo una intuición sobre las maneras en las que la memoria se guarda y se conecta, algo que luego sería respaldado por la ciencia.
Tiendo a inclinarme por la segunda opción. Los artistas y escritores muchas veces son buenos observadores del mundo que los rodea, particularmente de la naturaleza de las personas y las sociedades. Rushdie conocía muy bien los mitos y las leyendas de las múltiples culturas que cohabitan en la India, donde plagas, hambrunas y guerras dan a luz a grandes héroes. Y en el mundo él, y otros antes, habrían dado cuenta hace mucho de ciertos patrones, una correlación entre los niños nacidos un mes después de un conflicto mayor o tiempos de estrés, por ejemplo. La epigenética ha permitido una explicación científica de lo que las sociedades ya han entendido hasta cierto punto durante mucho tiempo.
En su libro Orígenes, la periodista Annie Murphy Paul menciona un evento conocido como La guerra del invierno, que tuvo lugar en noviembre de 1939. Cerca del inicio de la Segunda guerra mundial, los soldados soviéticos invadieron Finlandia, solo para quedar atrapados en temperaturas bajo cero. El estrés en soldados finlandeses, y en sus familias, fue naturalmente mucho mayor que lo usual durante este tiempo, y tres meses y medio después de batallas brutales, 25000 soldados finlandeses acabaron muriendo.
Un estudio posterior llevado a cabo por Matti Huttunen y Pekka Niskanen en la Universidad de Helsinki analizaron los registros de hijos de soldados asesinados. Compararon los registros de 167 niños que todavía estaban en el útero durante la Guerra del invierno con los registros de 168 niños que transitaban su primer año de vida cuando sus padres murieron. El primer grupo tuvo tasas considerablemente más altas de esquizofrenia y otros trastornos del comportamiento que los niños nacidos justo antes de que empiece la batalla. Los datos fueron analizados oficialmente décadas más tarde, pero para toda una generación de madres finlandesas, esa era simplemente su realidad.
Otro estudio sobre mujeres israelíes que estaban embarazadas durante la Guerra de los seis días encontró que los fetos femeninos que transitaban el segundo mes de desarrollo durante el conflicto fueron 4.3 veces más propensos a desarrollar esquizofrenia, mientras que los masculinos tuvieron 1.2 veces más probabilidades. Los investigadores especularon que las hormonas del estrés, como el cortisol, deben haber tenido algún tipo de impacto en el desarrollo neurológico de los fetos.
Luego de esas guerras, las comunidades pueden haber notado la prevalencia de partos prematuros y subsecuentes efectos neurológicos en toda una generación de niños. Las sociedades afectadas por un clima extremo o de violencia pueden, en el tiempo, desarrollar un sentido para estos patrones, patrones que influencian los mismos mitos locales y supersticiones que los escritores que se aventuran en el realismo mágico.
Así como existe un vínculo entre los traumas externos y los niños nacidos posteriormente, también existe un vínculo entre los lugares donde dichos traumas ocurrieron con frecuencia y el uso del realismo mágico por parte de sus artistas para describir la vida.
El crítico literario Michiko Kakutani observaba en un artículo sobre Rushdie publicado en 1989:
No es coincidencia que el realismo mágico, el cual combina un lenguaje elevado con elementos surrealistas, haya tendido a florecer en áreas problemáticas del mundo, o que muchos de sus practicantes hayan buscado describir eventos calamitosos que exceden el alcance de una descripción normal. Las transacciones entre lo extraordinario y lo mundano que ocurre tanto en la ficción latinoamericana no es una simple técnica literaria, sino el espejo de una realidad en la que lo fantástico es frecuentemente parte de la vida cotidiana, una realidad donde escuadrones militares de la muerte han transformado la palabra desaparecer en un verbo transitivo.
El mismo Rushdie ha insistido en que existe más verdad detrás de la magia de sus novelas de lo que uno podría esperar.
La fábula, la historia surreal, es solo otra manera de llegar a la verdad, y si tiene raíces fuertes y profundas en lo real, la parte realista del realismo mágico, entonces puede intensificar la experiencia de la verdad en el lector, cristalizarla en palabras e imágenes que permanecen con nosotros. Ese es el atractivo.
Si parece algo descabellado que suceda en nuestro mundo lo que narra Rushdie en Hijos de la medianoche, puede que sea porque la ciencia de la epigenética es relativamente nueva y todavía extraña para nosotros. Pero considera por un momento la facilidad con la que aceptamos la realidad de algo que ahora entendemos a través de la ciencia.
Antes de que Saleem Sinai empezara a atribuirle su telepatía a la hora de su nacimiento, lidia con una forma de herencia ya familiar para nosotros en el siglo veinte. La nariz de Saleem es anormalmente larga, y posee ciertos dones sensoriales gracias a ello, describiendo seguido los olores de las cosas durante su narración. Es una herencia de familia, una carga genética, la cual él rastrea varias generaciones en el pasado. Saleem sigue las narices a través del árbol familiar, describiendo las características particulares de cada una de ellas:
En Aadam Aziz, la nariz adquiría un aspecto patriarcal. En mi madre, se veía noble un poco sufrida; en mi tía Esmerald, esnob; en mi tía Alia, intelectual; en mi tío Hanif era el órgano de genialidad fracasada; en mi tío Mustapha consistía de un apagavelas de segunda mano; en Mono de latón casi no existía; pero en mí, en mí era algo más. Pero no debo revelar todos los secretos ahora mismo.
Unos siglos atrás, un árbol familiar repleto de grandes narices puede haber parecido algo legendario o mágico. Una maldición, quizás, o un don que ameritaba la superstición. Ahora, gracias a Charles Darwin, apenas pensamos en ello.
Incluso mucho antes de Darwin, la gente criaba animales como perros y caballos por sus características convenientes, y había llegado a entender, a través del estudio y la observación, que los vegetales y la flora podían ser hibridados y eran susceptibles a la polinización cruzada. Funcionaba, incluso cuando no entendían exactamente cómo. Hoy podemos tomar muestras de nuestro ADN con un kit de prueba casero y descubrir más sobre nuestros ancestros, y no es algo que consideramos como magia. Luego de una décadas de investigación en epigenética, quizás hasta encontremos historias como las que Paul trata de mundanas en Orígenes.
Los grandes escritores saben cómo volver lo mundano mágico otra vez para nosotros, y nos ayudan a recordar cómo eran las cosas antes de llegar a entenderlo todo.
La eminente escritora de ciencia ficción Ursula K. LeGuin escribió en un ensayo, Mitos y arquetipos en la ciencia ficción, que un mito muchas veces es descrito como un intento de explicar, en términos racionales, hechos todavía no entendibles racionalmente. Esto, ella argumenta, es solo la mitad de la verdad, por lo cual alguien entendería que el dios Apolo es solo un esfuerzo inadecuado de mentes primitivas para explicar y sistematizar la naturaleza detrás del comportamiento del Sol. Sin embargo, ella nos recuerda, que sí, somos seres racionales, pero también seres sensuales, emocionales, apetecibles, éticos, impulsados por necesidades y que buscan satisfacciones que el intelecto solo no puede proveer[…] Apolo no es el Sol, nunca lo fue. El Sol, de hecho, es solo uno de los nombres de Apolo.
Es importante decir que existe un debate sobre lo que significa el término realismo mágico casi desde su origen. El término fue acuñado por el crítico de arte alemán Franz Roh en 1925 como una forma de describir nuevos estilos de arte surrealista en donde objetos cotidianos retratados de manera hiperrealista revelaban una suerte de magia interior y escondida en ellos.
Él luego escribiría que no quiso que la frase refiriera a cualquiera arte que incorporara elementos fantásticos e irreales, sin embargo la frase influenció a muchos escritores, particularmente en Latinoamérica durante las décadas del veinte y treinta, como Alejo Carpentier, quien intentó reacuñar el término como realismo maravilloso para describir una manera de contar historias sobre el rol ordinario del mito, la magia y la superstición en eventos cotidianos.
Pero, ¿son esas dos interpretaciones de la frase tan diferentes? ¿Importa si la magia permanece escondida o no?
Gabriel García Márquez, quizás el escritor más famoso de realismo mágico del siglo veinte, afirmaba seguido que los elementos de su trabajo, incluidos los fantasmas, los sueños oraculares y las alfombras voladoras, no eran, en su mente, siquiera mágicas.
En una entrevista conducida por The Atlantic en 1977, Márquez describió cómo su mirada de la realidad difería de la de Faulkner, quien él mismo consideró como una gran influencia en su trabajo, pero quien, pensaba, imponía un falso surrealismo en los eventos de sus relatos y novelas. En México, el surrealismo recorre las calles. El surrealismo surge de las realidades de Latinoamérica.
Luego usó dos de sus historias para ilustrar este punto. La primera involucraba un caso misterioso de su nativa Colombia. Dos hombres habían llegado en un camión de mudanza afuera de una pequeña escuela rural, diciendo que habían ido a buscar algunos muebles. Nadie en la escuela sabía quiénes eran, o habían pedido que alguien fuera a buscar muebles, y sin embargo ayudaron a cargar todos sus escritorios y sillas y luego despidieron a los ladrones.
Normal, le dice Márquez a su entrevistador. Esto es simplemente la vida en Colombia. Y otras cosas extrañas ocurrieron en otros lugares también. Continúa:
Un día, en Barcelona, mi esposa y yo estábamos durmiendo cuando nos despertó el timbre. Abrí la puerta y un hombre me dice, «vine a arreglar el cable de la plancha». Mi esposa, desde la cama, grita que «no hay nada malo con nuestra plancha». El hombre pregunta, «¿es este el departamento dos?» «No», le respondo, «es arriba». Más tarde, mi esposa quiso utilizar la plancha, pero al enchufarla el aparato se quemó al instante. Fue una reversión. El hombre vino antes de que supiéramos que debíamos arreglarla. Estas cosas pasan todo el tiempo. Mi esposa incluso ya olvidó todo el episodio.
Es una historia maravillosa, y uno puede fácilmente imaginarla pareciendo más extraña que la ficción en una novela, incluso completamente improbable, pero como Márquez nos recuerda, las coincidencias sin explicación son parte de la vida real. Estas cosas pasan todo el tiempo. Nos asombramos cuando suceden y luego seguimos con nuestras vidas.
Navegamos el mundo del pensamiento mágico cada día.
La ciencia moderna demuestra que el pensamiento mágico, o el atribuirle relaciones falsas a eventos y acciones, es común incluso entre gente bien educada que se considera racional. Algunos investigadores creen que esta habilidad surge cuando todavía somos niños, mientras buscamos formas de entender el mundo que nos rodea antes de obtener el conocimiento de cómo «realmente» funciona. Es una manera de poner a prueba nuestras hipótesis sobre las leyes de la naturaleza y la causalidad.
Si mi hijo, que tiene cuatro años, se pone una remera roja, puede que piense que conseguirá un helado más tarde, porque la última vez vestía una remera del mismo color cuando fuimos por helado.
No.
Si levanta y ordena los libros de su cuarto, quizás piense que más tarde obtendrá un helado, porque la última vez que limpió su cuarto fuimos por helado.
Sí.
Aparentemente, a la edad de ocho años ya tenemos casi la misma imagen racional del mundo que conservaremos de adultos. O sea, una imagen no siempre del todo racional.
Por más racionales que supongamos son los adultos, es frecuente verlos participar de comportamientos supersticiosos, como vestir un suéter especial cuando quieren que su equipo gane, o frotar la pata de un conejo para la suerte, o hacer visitas a videntes por cien dólares la hora. A veces, hacemos esas cosas por más de reconocer que no son para nada racionales.
Abrimos galletitas de la fortuna, leemos nuestros horóscopos, tiramos sal por sobre nuestros hombros… Es magia, y es mundano. Es en su mayor parte inofensiva, claro, y también semi-privada, la cual es una de las razones por las que podemos tener un pobre entendimiento de cómo mucha gente, y qué tan frecuente, recurre a cosas fuera de lo racional y lo lógico que piensa puede influenciar la realidad de alguna manera.
Un estudio conducido por profesores en Harvard y Princeton juntó pares de sujetos bien educados y vendó los ojos de uno de ellos. Le pidieron a la persona privada de su visión que intente lanzar una pelota de básquet para que entre en un aro. A la segunda persona le pidieron que visualice al otro lanzando y acertando. Luego de un tiro exitoso, le preguntaron a la segunda persona si creía que su visualización había ayudado a que la otra persona acertara. La mayoría de ellos respondió que su visualización probablemente ayudó.
Lo que no sabían era que se podía ver a través de la venda y que la persona que lanzaba la pelota formaba parte del equipo que conducía el experimento.
En presencia de algo que parece ilógico, como una persona con los ojos vendados acertando varias canastas seguidas, los adultos recurren rápidamente a lo irracional.
En un artículo del New York Times publicado en 2007, el divulgador científico Benedict Carey describió algunas investigaciones recientes en el campo. Un grupo de fans, luego de presenciar cómo perdía su equipo el Super Bowl de 2005, dijo durante una encuesta que sentían algo de responsabilidad por la derrota, mientras que los fans del equipo rival aseguraron que su fe y apoyo tuvieron algo que ver en la victoria.
Podemos estar más familiarizados con ese tipo de supersticiones que aquellas de profetas que levitan o canastas invisibles, pero no son más racionales a primera vista. Los buenos escritores y científicos saben que la creatividad no es un proceso racional, como también lo saben los lectores. Cuando «suspendemos nuestra incredulidad» al leer absortos una novela donde suceden cosas mágicas, involucramos el mismo tipo de proceso neurológico que aquel de la persona visualizando a otro encestando. Nos permitimos creer en algo que racionalmente no deberíamos aceptar.
Este tipo de pensamiento mágico resulta tener la misma base neurológica. Los investigadores piensan que persiste en nuestra evolución porque las supersticiones proveen algunas ventajas a aquellos que creen en ellas.
Carey explica que «el gusto por esas creencias parece tener sus raíces en el circuito del cerebro, y por una buena razón. La sensación de tener poderes especiales mantiene a flote a personas en situaciones difíciles, ayuda a calmar los miedos y la ansiedad de todos los días, y alivia la angustia mental. […] Esta imagen emergente del pensamiento mágico ayuda a explicar por qué aquellos que se perciben escépticos se aferran a extraños rituales que parecen no tener sentido».
Según el profesor universitario Jean Risen en su artículo Creyendo en lo que no creemos: aquiescencia a creencias supersticiosas y otras intuiciones poderosas, nuestro cerebro procesa un pensamiento irracional en una parte, pero corrige el error en otra. Y porque estos procesos están separados uno del otro, ella afirma, es posible para nosotros consentir observaciones irracionales y aceptarlas sin ningún tipo de corrección.
Estudios por imágenes realizados en la Universidad de Exeter mostraron cómo diferentes partes del cerebro se encendían en sujetos que observaban un truco de magia que involucraba la desaparición de una moneda, indicando que los sujetos podían aceptar un patrón particular de moneda, luego no moneda sin procesar el error causado por la violación de una ley racional.
Los científicos creen que el pensamiento mágico puede esconder una ventaja evolutiva. Las personas que se presentan a una prueba con un amuleto de la suerte obtienen mejor resultado que aquellas a quienes se les pide dejar el amuleto antes de ingresar. De la misma manera, los atletas que realizan rituales familiares antes de un juego tienen mayor probabilidades de tener un buen partido que aquellos a quienes les han impedido realizarlo.
Este efecto es un truco de confianza. Si hacemos la cábala creemos más en nuestras habilidades que si no tenemos nada que añada el componente de la suerte. Algunos estudios mostraron que los atletas más supersticiosos son mejores en reconocer patrones, lo que es en sí mismo una notable ventaja en el deporte.
Yo afirmaría que reconocer patrones significa también una ventaja para escritores como Salman Rushdie. Lo mismo sucede con ser capaces de establecer correlaciones entre cosas que no son aparentemente racionales. ¿Qué es una metáfora, en cierto modo, si no la conexión entre dos ideas en apariencia inconexas? Cuando un personaje de Hijos de la medianoche al inclinarse en reverencia se golpea la cabeza y empieza a sangrar, Rushdie describe las gotas de sangre como rubíes y sus lágrimas como diamantes.
Moneda, no moneda.
Y volvamos un poco hacia atrás. En su introducción a Hijos de la medianoche, Rushdie describe su vida como autor joven, trabajando como publicista a tiempo completo y escribiendo durante la mañana y la noche, bajo una inmensa presión y completamente exhausto, pero creyendo que todo resultará en algo que vale la pena.
¿Qué significa embarcarse a escribir un libro si no una forma de pensamiento mágico? Estoy seguro de que no es una empresa para realistas.
Curiosamente, los neurocientíficos observan que el pensamiento mágico, así como el realismo mágico, prevalece más en tiempos y lugares donde ocurren hechos de gran violencia y sufrimiento porque proveen un sentido de orden y control
Giora Keinan, de la Universidad de Tel Aviv, estudió a 174 israelíes luego de múltiples ataques de misiles en 1991. Mientras mayor estrés manifestaron haber sufrido, más propensos eran a creencias mágicas como tengo la sensación de que las probabilidades de que me caiga un misil son mayores si la persona cuya casa es atacada se encuentra en el cuarto sellado, o para mayor seguridad, es mejor entrar al cuarto sellado con la pie derecho primero.
Esto es precisamente lo que Michiko Kakutani, Rushdie y Márquez nos recuerdan con sus comentarios sobre el realismo mágico. Cuando las cosas dejan de tener sentido, las forzamos a encontrarlo, a través de la magia si es necesario. Es el trabajo del científico… y del escritor. Y es bajo esas condiciones, cuando somos observadores y reconocemos patrones, pero también cuando mantenemos nuestras mentes abiertas e irracionales, que descubriremos la verdad.
Rushdie, Salman. Midnight’s Children. Random House. New York, NY. 1981.
Paul, Annie Murphy. Origins: How the Nine Months Before Birth Shape the Rest of Our Lives. Free Press. New York, NY. 2010.
Huttunen, Matti and Niskanen, Pekkaa. “Prenatal Loss of Father and Psychiatric Disorders.” Archives of General Psychiatry, Vol. 35, No. 4. 1978.
LeGuin, Ursula K. The Language of the Night: Essays on Fantasy and Science Fiction. Ed. Susan Wood. New York. G.P. Putnam’s Sons. 1979.
Artículo publicado en la revista virtual The Center for Fiction.
Kristopher Jansma es un escritor ganador del premio Sherwood Anderson en 2014. Su primera novela, The Unchangeable spots of leopards, recibió una mención por el premio Pen/Hemingway en 2014. Escribió para el New York Times, Story, The Believer y el Blue Mesa Review, entre otros. Es profesor asistente en la Universidad SUNY New Paltz e instructor graduado en la Universidad Sarah Lawrence. Su última novela se titula Why we came to the city.
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