
El terror no es un género fácil para la crítica. Cada uno o dos años aparece un director que reinventa la categoría o extiende sus fronteras. El caso más emblemático y reciente es el de Ari Aster, director de Hereditary y Midsommar. Sus películas no pueden encasillarse en uno de los subgéneros o tropos narrativos con los que se anuncian los filmes de terror. No entran dentro de los slashers, ni del gore. Tampoco son un thriller. Y forzarlas dentro del terror psicológico es un recurso que se está agotando. ¿Cuántas películas podemos apretujar dentro del cajón del terror psicológico? Un día ya no vamos a poder abrirlo. Entonces, ¿cómo analizamos una película de terror que no podemos fácilmente clasificar?
Aquí entra The Night House, dirigida por David Bruckner y escrita por Ben Collins. La película narra el duelo que transita Beth a raíz del suicidio de su esposo. Eventos paranormales empiezan a asediar a la protagonista y la llevan a descubrir algunas conductas extrañas que su difunto esposo había adoptado un tiempo antes de quitarse la vida. La trama es en apariencia simple. La protagonista intenta convencerse de que las cosas extrañas que le suceden de alguna forma están relacionadas con el fantasma de su esposo. Esto se debe a la naturaleza del duelo y a la necesidad que tiene el personaje de una explicación para la muerte del mismo, a pesar de que sus conocidos le aconsejan que deje de indagar en su pasado e intente mirar hacia adelante.
Beth no es un personaje que se hace querer. Muchas veces se muestra terca y hostil con la gente que intenta ayudarla, bebe demasiado y se vuelve un punto de vista poco confiable, al que estamos inevitablemente atados como espectadores. La información que vamos consiguiendo a partir de su rol de “detective paranormal” es demasiado críptica y parece estar desparramada en pequeñas partes que nunca llegan a asemejarse a un rompecabezas. Llegado un momento, uno no puede evitar cuestionarse qué tan importante son esos fragmentos para el desarrollo de la trama si apenas ocupan cinco minutos de pantalla.
Pero al final, como toda buena película de terror, el secreto de su fortaleza narrativa siempre estuvo en la construcción del misterio y no en su revelación. Algo con lo que, aparentemente, la crítica no está de acuerdo.
Veamos algunas.
Rex Reed del Observer escribió sobre The Night House: Pocas veces he visto una película donde prácticamente todo demanda una explicación. ¿Acaso Reed no aprendió nada de Twin Peaks? Las grandes películas, más allá del género, siguen proponiendo debates por la multiplicidad de interpretaciones que genera un misterio bien construido y no resuelto. Pensemos en The Leftovers, Fight Club, Primer, Barton Fink, Blade Runner, The Wailing, Memories of Murder, The Enemy, The Fountain, Black Swan, Stalker. Y con misterio no me refiero a un desarrollo que “demanda una explicación”, sino a aquello que invita a reflexionar sobre la superposición de narrativas. Como sucedió con la serie de Lynch, una vez que se revela la amenaza, que se le otorga un nombre, un motivo, el estrés (siempre sano) de la incertidumbre se disuelve junto con la parte de nuestra imaginación que operaba con la trama.
En la International Movie Database, The Night House mantiene un puntaje de 6.5. Algo mediocre en general, pero bastante bueno si se lo compara con la media que se le otorga a los filmes de terror. En Rotten Tomatoes está un poco mejor, recibió un tomatometer de 85%, a pesar de que ningún crítico le concedió una nota mayor a B o B+. Benjamin Lee escribió para The Guardian que el último acto de la película resultó ser, para mal, mucho más ambicioso que lo que ameritaba la investigación de la protagonista en los actos previos. Pero, ¿no es esta frustración una forma de manifestar el descontento con la falta de una revelación que compense el trabajo de investigación que el espectador realiza junto a la protagonista? Lee luego escribe: Lo que realmente sucede en la película es mucho más simple que lo que la trama nos quiere hacer creer. Ahí hay otra frustración, quizás la de haber sido engañado con convenciones del género que no acabaron en los desenlaces acostumbrados. El giro en The Night House no es simple, sino que deja en suspenso ciertas intenciones y motivaciones (explicaciones) que están fuera del alcance tanto de la protagonista como del espectador. Y eso está bien. No es un recurso frágil como muchos críticos nos quieren hacer creer. El género del horror puede ser trabajado y nutrirse con esas ausencias sin sacrificar calidad narrativa en el proceso.
Y por último tenemos el corazón de toda película de horror: los sustos. Lindsey Bahr escribió en su reseña para Apnews que el impacto de los sustos en la película se veía mermado por la falta de explicaciones. Pero siendo justos con el guion de Ben Collins, ¿qué tipo de explicación merecían los intercambios de la protagonista con el antagonista? Es más, creo que la incomodidad del espectador, mucho más importante que el susto ocasional, crecía a medida que la información, o falta de, superaba y abrumaba a la protagonista. Uno puede palpar (o reconstruir en el caso particular de la película) la desesperación que la falta de explicaciones impone sobre los personajes. Este tipo de recurso, de forma del terror, es lo que muchas veces llamamos terror lovecraftiano, por más que no esté implícita la dimensión cósmica de la amenaza. Y que haya directores que se animen a indagar en sus posibilidades de manera inteligente puede revitalizar el género cuando más lo necesita.
The Night House es una buena película de terror. Está sin dudas entre las mejores de los últimos años. Más allá de las conversaciones que pueden presentarse sobre el giro final, el filtro del duelo, el desarrollo de la trama y la falta de resoluciones a lo largo de la película, The Night House logra alcanzar esa fibra oculta en el cuerpo del misterio que hace resonar uno de nuestros peores miedos: el temor a lo que está ahí, pero no alcanzamos a explicar. Y peor aún, el miedo a aquello que tal vez no tenga una explicación porque obra por fuera de la esfera humana, como la sombra descubierta al final, cuyo único atisbo de humanidad es la simulación de una forma.
En fin, si existe una referencia por excelencia para saber qué tan buena es una película de terror, sin dudas se encuentra en el miedo y aversión que los críticos le tienen al misterio y la incertidumbre que esta conjura.
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