Traducción de la semana: ¿Qué hace que una primera oración sea genial?

original por Allegra Hyde

Tal vez te ha pasado: cruzas mirada con un extraño mientras revisas la sección de identificación de plantas en la biblioteca, o paseas por una colina cubierta de musgo, salpicada de Amanita bisporigera, o te arrastras en la procesión fúnebre de tu rica tía Tabitha. La mirada estruja un lugar secreto dentro de ti, acelera tu corazón, te llena de miedo o de emoción, no puedes explicarlo. Puedes llamarlo kismet. O química. A pesar de todo lo que permanece desconocido (y que podría salir mal), te sientes obligada a ver a dónde podría conducir esa conexión. Sabes que podría cambiar el curso de tu vida.

Digo esto como una romántica, y como una persona que lee y escribe ficción. Porque la chispa de conexión puede ocurrir en una página de la misma manera que ocurre en el mundo real. Una gran primera oración puede estimular una intensa atracción lectora: provocar una compulsión por saber más. Llamemos a esto: amor a primera oración.

Sin embargo, tal experiencia de lectura también es rara. Así como es fácil cruzarse con extraños y permanecer impasible, también es fácil no leer la mayoría de las obras literarias que encontramos. El mundo está lleno de gente que nunca conoceremos y ficción que nunca leeremos. Se necesita algo especial para que una primera oración capture el corazón de un lector, para impulsar un texto, para ayudarlo a escapar de la estantería de una librería, para que una obra literaria se transforme de extraña a íntima.

¿Qué es ese algo, exactamente? Empecé a reflexionar seriamente sobre esta pregunta el último verano, después de inscribirme para dar una clase sobre las primeras oraciones en la ficción. Para «investigar» en preparación antes de la clase, decidí preguntarle a extraños, específicamente, en el espíritu de amor a primera oración. Pregunté en Twitter: «¿Cuáles son tus primeras líneas favoritas en la literatura?»

La gente de Twitter tenía mucho para decir. Desde mi post inicial, un largo hilo de primeras oraciones se desplegó, mientras lectores y escritores de ficción compartían primeras oraciones que se habían alojado en sus cerebros y se habían quedado atascadas. Provenían de una amplia gama de géneros y de todas las variedades sintácticas. Escribieron primeras líneas de extrañas novelas realistas, tales como:

Estaba mirando el mapa cuando Stephen se desvió, golpeó la roca y provocó el aborto involuntario.
The Wallcreeper, Nell Zink

Hubo aperturas de cuentos cortos y especulativos:

Hoy, siete corporaciones controlan la vida después de la muerte, y muchas personas pasan sus vidas juntando dinero para subirlo a la mejor vida posible.
Louise Erdrich, Dominio

También oraciones largas, tales como:

Cuando mis padres y yo vivíamos en Bushwick en un edificio emparedado entre una casa de drogas y otra casa de drogas, la única diferencia era que los traficantes en una casa de drogas también eran los usuarios -impredecible-, y en la otra los traficantes nunca eran los usuarios -mucho más astutos-. Vivíamos en un apartamento de un dormitorio tan pobre que nos despertábamos con cucarachas aplastadas en nuestras sábanas, a veces tres o cuatro pegadas en nuestros codos, y una vez encontré catorce de ellas presionadas contra mis pantorrillas. Era muy difícil sacudirlas, aunque nos esmerábamos balanceando nuestros brazos en el aire como si fuéramos bailarinas.
Jenny Zhang, We Love You Crispina

Algunas oraciones eran cortas y punzantes como:

Mamá ha muerto hoy.
Albert Camus, El extranjero

Y como:

Disparan primero contra la chica blanca.
Toni Morrison, Paradise

Varias de las líneas de apertura de Morrison aparecieron una y otra vez. Otras frecuentes fueron:

Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.
Gabriel García Márquez, Cien Años de Soledad

Y:

Ningún organismo vivo puede continuar existiendo sanamente por mucho tiempo bajo condiciones de realidad absoluta; incluso las alondras y los katídidos se supone que sueñan.
Shirley Jackson, Haunting of Hill House

Luego estaban las favoritas de los fans:

La nieve en las montañas se estaba derritiendo y Bunny había estado muerta durante varias semanas antes de que comprendiéramos la gravedad de nuestra situación.
Donna Tartt, La historia secreta

Las respuestas a mi pregunta en Twitter cristalizaron una teoría emergente que había estado formulando sobre lo que hacía que ciertas primeras oraciones fueran memorables y propulsoras. A pesar de que las oraciones eran de todas las variedades, surgió un patrón. Casi todas las primeras líneas favoritas dieron a los lectores una dosis elegantemente equilibrada de claridad y curiosidad. O para decirlo de otra manera: las primeras oraciones seductoras ubican al lector en una situación, al mismo tiempo que provocan una pregunta que lo impulsa hacia adelante en el texto.

Esto puede parecer simple, pero la claridad y la curiosidad pueden entrar en conflicto si no se calibran cuidadosamente; demasiado de un atributo puede abrumar al otro, disminuyendo el poder general de la primera oración.

Pero vamos a definir estos términos más a fondo antes de seguir. Por «claridad», me refiero a la capacidad de una primera oración para dar a los lectores un asidero inicial para el lugar y/o el tiempo y/o el personaje y/o la trama. La claridad es esencial para una primera oración porque, al comienzo de una historia o novela, salvo cualquier información que el lector pueda haber encontrado en la solapa o en las reseñas, el teatro de la mente del lector está vacío. Es un escenario sin luz. Una nada. Cada palabra en esa primera oración es una oportunidad para arrojar luz sobre lo que está por venir, para darle al lector suficiente información para estabilizarlo en algún grado de quién y dónde y de qué se trata la historia. Volviendo a la apertura de Nell Zink para Wallcreeper, vemos un bello ejemplo de claridad en acción:

Estaba mirando el mapa cuando Stephen se desvió, golpeó la roca y provocó el aborto involuntario.

Esta frase comunica a los lectores que la novela cuenta con un narrador en primera persona que tiene algún tipo de relación con una persona llamada Stephen, y que la pareja está viajando, y que el accidente que causó el aborto ha ocurrido debido a la conducción de Stephen. Esta es una cantidad asombrosa de contexto entregada en el espacio de una oración corta. Pocos lectores quedarían enredados en la sintaxis de Zink, además, a pesar del lugar inesperado en el que termina la frase. Aunque hay incógnitas en la oración, no hay abstracciones, lo que habría sido el caso si la oración no fuera diligentemente específica.

¿Es posible que una oración sea demasiado clara, demasiado contextualizada? Por supuesto. Todos hemos leído oraciones tan cargadas de detalles que el impulso narrativo se detiene. Así como la emoción del amor a primera vista requiere de un grado de mística, también una primera oración convincente requiere de ciertos vacíos en la información. Algo tiene que permanecer sin respuesta, sin explicación, sin resolver, porque ahí reside la química especial entre la claridad y la curiosidad. Necesitamos saber solo lo suficiente para preguntarnos más.

¿Qué invoca la curiosidad en un lector, y por lo tanto lo mantiene leyendo? En mi opinión: rareza, conflicto, tragedia, misterio, lo sobrenatural, cualquier atisbo de lucha, o algo que sea un poco raro. Leyendo la primera frase de Zink para Wallcreeper, me hice preguntas como: ¿Por qué Stephen se desvió? ¿Qué ocurrió después? ¿Adónde iba esta gente y por qué? Pero también encontré que el tono del narrador era un poco extraño. El verbo «ocasionar» es un poco inusual, lo que sugiere una actitud distintiva. Esta dicción me hizo estar dispuesta (no, ansiosa) a leer más.

Revisando las primeras líneas favoritas de Twitter, me llamó la atención otro punto en común, alojado bajo el paraguas de la claridad y la curiosidad. Tal vez ya te hayas dado cuenta por los ejemplos dados en este ensayo: parece que muchas primeras oraciones icónicas mencionan la muerte. Aunque al principio encontré que la ubicuidad de la muerte en las primeras oraciones de las ficciones favoritas de la gente era un toque inquietante, tras la reflexión, este punto en común tenía perfecto sentido. En todas estas frases, la muerte se presenta junto con alguna mención del tiempo; el tiempo y la muerte, se podría argumentar, son la claridad y curiosidad empujadas hacia un punto final lógico. La información sobre el tiempo ofrece a los lectores una sensación de claridad al indicar la arquitectura temporal de una historia. Y la mención de la muerte, la mayor incógnita de todas, nos vuelve curiosos, lo que genera un impulso narrativo. Basta con leer la primera línea de Toni Morrison en Paradise:

Disparan primero contra la chica blanca.

Alguien recibe un disparo (muerte) y se nos ofrece un orden de eventos (tiempo).

Estos dos componentes pueden ser observados una vez más en Cien años de soledad de Gabriel García Márquez:

Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.

Hay un pelotón de fusilamiento (muerte), lo que hace que el coronel Aureliano recuerde lo que sucedió en el pasado (tiempo).

La muerte y el tiempo también aparecen en «Domain» de Louise Erdrich:

Hoy, siete corporaciones controlan la vida después de la muerte, y muchas personas pasan sus vidas juntando dinero para subirlo a la mejor vida posible.

Erdrich comienza con una tecnología especulativa relacionada con la vida después de la muerte y hay una referencia a cómo las personas pasan sus vidas (tiempo).

Por último, la muerte y el tiempo se funden en un paquete irresistible en la primera oración de Donna Tartt en The Secret History:

La nieve en las montañas se estaba derritiendo y Bunny había estado muerta durante varias semanas antes de que comprendiéramos la gravedad de nuestra situación.

En esta primera línea, Bunny ha muerto (muerte) y han pasado semanas antes de que alguien se dé cuenta (tiempo). La oración es a la vez directa y provocadora. A los lectores se les da una sensación de ambientación, de conflicto y de las partes involucradas, pero también se les deja con preguntas como: ¿Cómo murió Bunny? ¿Por qué es tan grave la situación? ¿Quién está contando esta historia? ¿Quiénes son «nosotros»?

En caso de que no creas que la muerte y el tiempo, o al menos un soplo de, hacen apariciones frecuentes en muchas primeras líneas seductoras, aquí hay algunas más de Twitter y de mis investigaciones:

Nadie murió ese año.
Renata Adler, Speedboat

No lo lamenté cuando murió mi hermano.
Tsitsi Dangarembga, Afecciones Nerviosas

El cielo sobre el puerto era del color de la televisión, sintonizado en un canal muerto.
William Gibson, Neuromancer

Un hombre muerto gira alrededor de una de mis columnas dóricas.
Diane Cook, Bounty

Me gusta pensar que sé lo que es la muerte.
Jesmyn Ward, Sing, Unburied, Sing

Se casaron en el Día de Muertos, el Día de los Muertos, en el que nadie pensó durante todos los meses de planificación, hasta que el suegro fallecido de la novia apareció en el coche después de la ceremonia.
Natalie Sylvester, Todo el mundo sabe que te vas a casa

La noche en que Margio mató a Anwar Sadat, Kyai Jahro estaba feliz, ocupado con su estanque de peces.
Eka Kurniawan, Hombre Tigre

Vi a mi madre resucitar a un hombre de entre los muertos.
Kaitlyn Greenidge, Libertie

Por supuesto, la muerte y el tiempo no son absolutamente imperativos para toda primera línea memorable. Muchos llamarían a la apertura aforística de Jane Austen para Orgullo y Prejuicio la primera línea más famosa en el idioma inglés, y no contiene ninguna mención explícita de la muerte:

Es una verdad conocida universalmente, que si un hombre es soltero y adinerado, debe andar en busca de una esposa.

Aunque podría argumentar que estar «en posesión de una buena fortuna» implica que alguien ha muerto para que el hombre soltero pueda heredarla. Lo que es más importante aquí es que el principio de claridad/curiosidad se mantiene. Austen le da a los lectores un lugar común aparentemente directo que ubica a los lectores en los temas de la novela por venir, al tiempo que agrega un toque provocador de ironía con la frase «universalmente reconocido». Su calibración de claridad y curiosidad es impecable e indeleble.

Los lugares comunes usados de manera irónica son una de las formas recurrentes de las primeras oraciones, pero hay muchas otras formas de involucrar a los lectores mientras se equilibran los atributos mencionados anteriormente. Lee estas primeras líneas, las cuales parecen dirigirse directamente al lector:

Abre el armario.
Nina MacLaughlin; Wake, Siren

Mira al niño.
Cormac McCarthy, Meridiano de Sangre

Llámame Ismael.
Herman Melville, Moby Dick

En estas oraciones, a los lectores se les da el indicio de una situación y el zing intrigante de una instrucción. Como lectores, visualizamos un mueble, un niño o una persona llamada Ismael, mientras también nos preguntamos por qué se nos dice lo que somos. Hay una confianza flirteante en estas líneas y en la forma en que exigen compromiso, lo que nos lleva a la narrativa que tenemos por delante.

Luego hay obras de ficción que persuaden a los lectores con una pregunta:

¿Por qué es la pérdida la medida del amor?
Jeanette Winterson, Written on the Body

-¿Qué va a ser entonces, eh?
Anthony Burgess, A Clockwork Orange

La curiosidad se vuelve explícita en estos ejemplos, ya que una pregunta ruega una respuesta. Mientras tanto, la claridad, en la introducción de Winterson, surge de la expresión del tema, al igual que en la primera línea de Austen para Orgullo y Prejuicio. La primera oración de Burgess es abstracta, especialmente dada la ambigüedad de «it», pero se podría argumentar que el tono coloquial de la pregunta, la vibra vagamente intimidante de empujón a empujón, ofrece una orientación contextual que tiene sentido para A Clockwork Orange. Los lectores tienen una idea sobre lo que les espera.

La primera línea de A Clockwork Orange también es un ejemplo de cómo comenzar con un diálogo, que es una de las formas más desafiantes de comenzar una historia o novela. Esto se debe a que, en el vacío informativo que es el comienzo de cualquier trabajo de ficción, el diálogo puede ser difícil de colocar, es un sonido que vibra a través del éter, haciendo que la claridad sea más difícil de alcanzar. Ciertamente no soy la primera escritora en plantear este punto; Ann Hood advierte contra empezar con un diálogo en su maravilloso ensayo «Beginnings», que apareció en The Writer’s Notebook II de Tin House. Para llevar a cabo tal apertura, según Hood: «El diálogo debe ser lo suficientemente convincente como para atraer al lector antes de que sepa nada sobre el personaje(s) que habla o el contexto en el que se está llevando a cabo el diálogo». Añadiría que tener una etiqueta de diálogo derramada sobre la escena puede ayudar a conectar a un lector con el lugar, el tiempo, el carácter y otros elementos contextuales esenciales. Aquí hay dos ejemplos de cómo abordar el diálogo de esta manera:

«El rosa es el color para las niñas», dice Kiera, así que ella y Ava cortaron sus palmas y dejaron que la sangre goteara en un tazón poco profundo lleno de leche, viendo cómo el color se extendía lentamente en la superficie, pequeñas flores rojas floreciendo.
Dantiel W. Moniz, Milk Blood Heat

«¿A dónde va papá con esa hacha?» le preguntó Fern a su madre mientras preparaban la mesa para el desayuno.
E.B. White, Charlotte ‘s Web

Tanto la apertura de Moniz como la de White dan a los lectores los asideros contextuales necesarios para estabilizarlos en una escena y abrir la puerta a la intriga. Estas frases demuestran, una vez más, que la forma o el estilo de una primera línea es menos importante que cómo el autor genera la mezcla alquímica de claridad y curiosidad. Aunque las líneas de Moniz y White gesticulan tanto hacia la violencia física como hacia el espectro del sufrimiento, una primera línea también puede deslumbrar simplemente por ser divertida. Como estos ejemplos, que colocan a un lector en una situación que se acerca más a la comicidad:

Papá se consideraba un hombre guapo.
Souvankham Thammavongsa, Apuesto

A diferencia del típico triste terrenal campechano vestido de jardinero noble-frente-al-racismo-de-los-blancos ganador del Pullitzer protagonista brujo negro, no soy el séptimo hijo del séptimo hijo del séptimo hijo.
Paul Beatty, The White Boy Shuffle

Cada verano Lin Kong regresaba a Goose Village para divorciarse de su esposa, Shuy.
Ha Jin, Esperando

Otras grandes primeras oraciones utilizan la rareza como un trampolín hacia la curiosidad, dando a los lectores lo suficiente como para mantenerlos comprometidos. Oraciones como:

Un grito cruza el cielo.
Thomas Pynchon, Gravity’s Rainbow

Perdí un brazo en mi último viaje a casa.
Octavia Butler, Kindred

Era un día luminoso y frío de abril y los relojes daban las trece.
George Orwell, 1984

En un campo de trabajo, en algún lugar del Golfo Pérsico, un trabajador se tragó su pasaporte y se convirtió en un pasaporte.
Deepack Unnikrishnan, Gulf Return

Mi madre tenía dos placentas y yo vivía de las dos.
Gabe Habash, Stephen Florida

Nada se movía salvo el espejismo.
Adania Shibli, Detalle Menor

En un mundo ideal habríamos sido huérfanos.
Miranda July, Something That Needs Nothing

Luego hay primeras frases que son sencillamente encantadoras:

Cuando sonó el teléfono, estaba en la cocina con una olla de espaguetis al fuego. Iba silbando la obertura de La gazza ladra, de Rossini, al compás de la radio, una emisión en FM. Una música idónea para cocer la pasta.
Haruki Murakami, Crónica del pájaro que da cuerda al mundo

Lo que quiero decir aquí, al final de este ensayo, es que el amor a primera oración es un campo abierto. Hay muchos tipos de oraciones, al igual que hay muchos tipos de personas, que podrían hechizarte si presentan la combinación correcta de claridad y curiosidad, perceptibilidad y misterio. Puede haber ciertas oraciones que captan más la atención, frases que versan sobre la muerte y el tiempo, en particular, pero, en última instancia (y disculpas por el cliché), la belleza reside en el ojo de quien observa. Lo que es importante, al final, es que la primera oración correcta encuentre al lector correcto. Porque, ¿qué es una oración si no un paso en una serie continua de pasos? ¿Y qué es una relación salvo un momento de conexión seguido de otro, y luego otro, mientras dure esa conexión? En el caso de la ficción, esta es una relación que esperamos se extienda de principio a fin.


El artículo en su idioma original fue publicado el 9 de marzo en la revista Literary Hub.


Allegra Hyde es una escritora de ficción y ensayista de Ohio. Actualmente enseña en la Universidad de Oberlin. Su primer libro de relatos, Of This New World, ganó el premio John Simmons en el Iowa Short Fiction Award Series. Ha publicado en The Pushcart Prize, Best of the Net, The Best Small Fictions y The Best American Travel Writing. Su primera novela, Eleutheria, se publicó en marzo de 2022.

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