Lo extraño e inquietante: espacios liminales y la seducción de la melancolía en el misterio

Original por Romany Reagan, Royal Holloway, Universidad de Londres


Lo inquietante1, cuando hablamos de aquello cuya extrañeza y misterio nos perturba, es aprehensión en lugar de experiencia, perturbación en lugar de terror. Habita un espacio psicológico liminal, existiendo apenas en nuestra visión periférica, y construido a base de incertidumbre. Cuando nuestra imaginación queda satisfecha en la certidumbre —ya sea por la seguridad o por el horror— lo inquietante cesa. Si el fantasma fuera descubierto como fantasma, dejaría de ser inquietante; se volvería paranormal. Bajo estos términos, aparece una franken-familia entera de conceptos: la pulsión de muerte, los doppelgängers, los fantasmas y el espíritu del mundo, el sentimiento de deja vu, las alegorías en la literatura, los cementerios, las ruinas, las narraciones orales, la telepatía, la mente inconsciente en el psicoanálisis, los muñecos, y prácticamente todo aquello relacionado con lo gótico.


Lo inquietante puede ser algo horripilante o terrible, como la muerte y los cadáveres; el ser enterrado vivo, el regreso de los muertos. Sin embargo, también puede ser algo extrañamente hermoso. Puede excitar nuestra curiosidad, pero al mismo tiempo puede ser aterrador. Es la seducción irresistible del misterio. Aparece en la incertidumbre del silencio, la soledad y la oscuridad. Lo inquietante tiene que ver con percibir un encuentro secreto; es algo muy personal y usualmente no se comparte con los demás. Quizás es inseparable de la aprehensión, sin importar lo fugaz, de algo que debería haber permanecido en secreto y escondido, pero que ha sido descubierto.

Aunque la experiencia de lo inquietante es traída por estímulos externos, no es una entidad independiente. Vive en nuestra percepción sensorial, filtrada a través de experiencias personales, y es, por lo tanto, imposible de documentar con empirismo imparcial. Lo inquietante tiene que ver con la extrañeza de los límites, de las fronteras, las definiciones inestables de la realidad y la experiencia de la liminalidad.


¿Por qué las historias, las imágenes y la experiencia de lo inquietante atrae en lugar de repeler? ¿Buscamos, quizás, respuestas a preguntas filosóficas personales porque creemos que las respuestas no están en ningún otro lugar? El impulso hacia, y no contra, aquello que enciende sentimientos de incertidumbre y ansiedad es quizás movido por la búsqueda de conocimiento; o la necesidad de sentir lo secular y sublime cuando no nos adherimos a una religión o dogma particular. Ernst Jentsch sugiere que el sentimiento de incertidumbre con frecuencia se hace presente en aquellos más propensos a discriminar intelectualmente los fenómenos diarios, y puede bien representar un factor importante en el origen del impulso hacia la investigación y la búsqueda de conocimiento.


El estudio de lo inquietante es relativamente nuevo, y no hay exploraciones teóricas explícitas sobre el tema previas al siglo veinte. Los conceptos alrededor de lo inquietante oscilan constantemente. Por eso es tan difícil catalogar con completa seguridad dentro del campo, o con consenso entre teóricos, todo lo incluido dentro del término. Como señala el profesor Nicholas Royle en su estudio sobre la temática, la relación de todos con lo extraño es en cierto sentido propio y particular, y de nadie más.


El filósofo Friedrich Schelling introdujo lo inquietante –the uncanny– como término en 1835. Sin embargo, no se aceptó como escuela de pensamiento hasta mucho después, cuando fue expandido por el psicólogo Ernst Jentsch en 1906. Aunque Jentsch escribió sobre ello primero, fue el ensayo de Sigmund Freud de 1919 Unheimlish, traducido como Lo ominoso, el que se acreditó como el estudio seminal de la materia.


Freud definió el sentimiento de lo inquietante como el estremecimiento que surge al caer en la cuenta de que la razón moderna solo ha reprimido, y no reemplazado, la superstición primitiva. Toda persona supuestamente educada ha dejado de creer oficialmente que los muertos pueden volverse espíritus visibles, sin embargo Freud sospecha que, por momentos, casi todos volvemos a pensar como una vez lo hicieron culturas primitivas sobre el tema. Este regreso a creencias pre-modernas fue el producto de pensar la subjetividad humana como una historia de capas o niveles de desarrollo que pueden ser removidos en un instante de terror, llevándonos a un estado más salvaje.


Muchas personas experimentan un sentimiento inquietante con todo lo relacionado con la muerte y los cadáveres, con el regreso de los muertos, los espíritus y los fantasmas. Lo extraño se alimenta de preguntas, y ninguna pregunta nos ha plagado a través de los años más persistentemente que: ¿qué sucede cuando morimos?


La posesión y los lugares encantados son un componente importante de lo inquietante, pero siempre es la pregunta y no la respuesta la clave de su definición. En los estudios sobre posesiones, la espacialidad ha sido el punto de partido clásico. En casas y castillos encantados, los fantasmas casi siempre están encerrados en estructuras y sitios antiguos. Las ruinas han sido tradicionalmente vistas como lugares ominosos e inquietantes; son los rastros de un edificio donde gente ya muerta ha sabido vivir, y uno espera encontrar allí esqueletos, cadáveres o fantasmas. El avistamiento de un fantasma es necesariamente espacial. La idea de un lugar encantado depende de la materialidad misma de un fantasma que asume una rutina habitual en ese espacio. Como observa el académico de lo extraño Dylan Trigg, un fantasma sin espacio es, después de todo, tan inconcebible como una memoria sin lugar; la sombra en el pasillo no persiste sin rumbo, sino que habita un lugar específico o cosas específicas dentro de ese lugar. El sentimiento, por lo tanto, de una presencia que se intensifica y disminuye en proximidad de cosas particulares es consistente con la idea del fantasma como voluntad que entabla una relación fantasmal con el mundo en el que una vez vivió.


Mientras que la mayoría de las personas no se deleitan con la idea de despertarse a las 3am por escuchar golpes en el sótano, cuando se retira dicha idea de nuestra experiencia inmediata, este miedo no es del todo desagradable. En la cultura popular tenemos ejemplos de personas buscando ese sentimiento con un regocijo oscuro. Solo piensa en la predominio de las películas de terror. Incluso cuando sabemos bien que estamos siendo engañados por simples e inofensivas ilusiones, mucha gente no puede reprimir el sentimiento de incomodidad al mirar películas de ese género. En nuestra vida, usualmente no nos gusta colocarnos en situaciones de peligro o exponernos al miedo. Sin embargo, en el cine o el teatro, o cuando leemos, nos sumergimos gustosamente en esos mundos emocionales: experimentamos ciertas emociones poderosas que despiertan fuertes sentimientos por la vida, con completa impunidad y sin tener que aceptar las consecuencias de las causas de dichos sentimientos.


Lo inquietante puede componerse de cosas consideradas espantosas o terribles, pero hay un elemento de curiosidad que suaviza nuestro horror. Lo inquietante se insinúa con una promesa de respuestas que salva sus imágenes y sus temas de ser simplemente terroríficos, y parece sugerir el descubrimiento de una verdad elemental, casi una invitación. Esto es lo que vuelve lo inquietante tan atractivo, pero al mismo tiempo aterrador. Hay algo que no puedes evitar, la curiosidad y la intriga se mantienen en tablas con el miedo. Esto es lo que separa lo inquietante de lo estrictamente melancólico. La excitación ante el misterio, y la atracción hacia lo desconocido apela a un compromiso creativo con nuestro entorno, no a una introversión. Hay una curiosidad activa que nos impulsa a relacionarnos con la oscuridad. En la oscuridad hay más preguntas que respuestas; pero las preguntas son la razón por la que ingresamos en ella en primer lugar, ¿no?

1Traducido de Uncanny, aquello que es extraño y difícil de explicar, de tal manera que inquieta, asusta o perturba.


Romany Reagan recibió su doctorado del Royal Holloway en Londres. Sus estudios académicos se especializan en folklore, mitos, cementerios e historias perdidas de las Islas Británicas. Pueden encontrar sus trabajos e investigaciones en su blog Blackthorn & Stone.

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